Elvin Francisco Rodríguez Fabilena*
La riqueza de un país son sus habitantes dicen por ahí. Y es que en los últimos años la migración se ha incrementado. Para dar una cifra más o menos conservadora, organizaciones que se encargan de monitorear los flujos migratorios calculan unos 100,000 nicaragüenses emigrando anualmente; y si tomamos en cuenta que de los casi 6 millones de paisanos el 70 por ciento está por debajo de los 30 años esas cifras pasan de conservadoras a alarmantes. Si bien es cierto la migración no es un asunto de hoy en día, tampoco lo es el problema que representa: la falta de empleos y sostenibilidad de las familias nicaragüenses.
¨José¨, un joven de 21
años de edad, ha trabajado en dos zonas francas de León; en dos ocasiones ha
sido despedido antes de los 6 de meses de permanencia en su puesto de trabajo
(seguramente los empleadores no querían pagar prestaciones). Él decidió emigrar
el año pasado hacia Guatemala, donde encontró un trabajo como guarda de
seguridad en un área residencial. A las tres semanas de estar trabajando escapó
vivo de milagro de la muerte en una balacera que realizaron unos ¨mareros¨ que
pretendían invadir las viviendas para robar. Amedrentado y con la cicatriz de
un ¨refilón¨ de bala de arma de asalto en el brazo derecho, José se ve obligado
a regresar a Nicaragua con 120 dólares que pudo ahorrar mientras estuvo allá.
Historias lamentables
como la de José se repiten miles de veces en los hogares nicaragüenses; tal vez
no con el mismo nivel peligro, pero si parecido. El tráfico humano, la
explotación sexual comercial, el flagelo
del crimen organizado y el narcotráfico así como el impacto de las ¨maras¨ en el llamado ¨triángulo del
norte¨ es el pan nuestro de cada día en la sección de noticias internacionales
en los periódicos y noticieros. En este contexto se encuentran 100 mil hermanos
nicaragüenses emigrando todos los años persiguiendo sueños que más temprano que
tarde se tornan en pesadillas.
Los economistas auguran
proyecciones que no son para nada alentadoras. Las remesas han disminuido desde
que explotó el boom de la crisis financiera mundial. Ahora la pregunta es:
¿Cómo impactará este problema en el desarrollo de las Juventudes de Nicaragua? Esta
es una pregunta que puede tener múltiples respuestas. Trataré de desarrollar
una.
Los y las jóvenes no
somos simples números. Por cada uno y cada una de nosotros se ha invertido
presupuesto estatal -por muy mínimo que sea- en educación y salud, entre otros
ámbitos. José que les mencioné arriba, llegó hasta tercer año de secundaria y
siempre en colegios públicos. Estamos hablando de 9 años de educación formal ( sin incluir los años que tuvo que reprobó y
tuvo que repetir); si bien es cierto regreso a Nicaragua, muchos jóvenes como
él están en migración permanente (no regresan nunca). Pensemos por un momento y
tratemos de detenernos en la inversión que se va al caño cuando una persona decide establecerse en
determinado país. Así es la lógica del impacto de la migración. Se supone que
por eso se llama INVERSIÓN, para que se puedan obtener rentas a lo largo del
tiempo. Vivimos en un Sistema, en un orden; cuando hay un desequilibrio en este
Sistema, las consecuencias siempre son desastrosas. Si el capital humano que,
en el cual se está invirtiendo decide abandonar el país ¿Cómo podemos esperar
qué éste salga del precipicio económico en el que se encuentra?
Pero mantener a una
persona, en particular a un joven o una joven anclado a nuestro territorio sólo
por un sentimiento de patriotismo es una
ilusión. Es necesario que los y las jóvenes tengamos acceso a empleos dignos.
Es necesario que la inversión tanto externa como interna crezca y eso sólo se
puede lograr con buenos niveles de seguridad jurídica; con altos niveles de
eficiencia estatal. En fin con un Estado de Derecho sólido e Instituciones
independientes de las arbitrariedades de un gobernante.
Siempre hemos dicho que
Nicaragua es un país rico. Pero si la riqueza de un país es su gente, comencemos
a demandar cambios que no haga que se nos corra. Los y las jóvenes tenemos una
responsabilidad histórica con nuestro país, es momento de que la asumamos…pero
dentro de nuestras fronteras.
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